viernes, 19 de febrero de 2016

Hokkaido, el jardín de los dioses (Japón 2016)


El día anterior no salió como yo esperaba.


Salí corriendo del aeropuerto de Kushiro, cogí mi coche de alquiler y conduje hasta el Akan Crane Center donde ya había terminado el espectáculo de ver a las grullas danzando e interactuando con los formidables pigargos.Aún así aproveché un par de horas fotografiándolas mientras se acicalaban preparándose para emprender el vuelo hacia su lugar de descanso, un río cercano donde por las mañanas cientos de fotógrafos se amontonan para obtener una toma repleta de brumas y colores de amanecer.







Así que, ya luego sin prisa, conduje tres horas más por carreteras crujientes y resbaladizas de hielo hasta llegar a mi hotel en Rausu, un pequeño pueblo de 6mil habitantes para una superfície de 397 kilómetros cuadrados y situado al noreste de la península Shiretoko en Hokkaido.



Allí enseguida recobré el optimismo. Es un lugar acogedor, sin lujos, pero armonioso y lleno de detalles. Mención aparte merece la cena. Absolutamente deliciosa.







Pero no acababa ahí mi mala suerte. Los organizadores del tour del rompehielos me dijeron que por falta de nieve, el trayecto en barco rompehielos por aguas rusas tenía que ser cancelado.
Si no hay hielo, las águilas no tienen allí donde posarse, así que, simplemente no van y yo me quedaba sin mi oportunidad de ser testigo de algo tan increíble. Maldije mi mala suerte, pero enseguida empecé a darle vueltas a la cabeza para sacarle el máximo partido a esta escapada tan especial.

Ahí es cuando aparece Susan Myers, una guía experta en aves que lideraba un grupo de los que yo denomino cariñosamente "pajareros". La conocí allí y charlamos. Sin saberlo, ella dio sentido a la jornada siguiente. Ya no era un fotógrafo caminando sin rumbo. Ella me nombró lugares y caminos que memoricé como una oración. Desde aquí quiero agradecerle su generosidad.



Después de una noche tranquila, me levanté al alba, y según asomé por la puerta del hotel, entre la nieve, un zorro me obserbaba curioso. "Este lugar es el paraíso. Tengo que volver".

Tomé la carretera indicada, ya casi acostumbrado del todo a la conducción por la derecha, y ahí perfeccioné el multitasking. Mi viaje consistió en 5 minutos de conducción resbaladiza, parada repentina y fotografía de un águila en un poste. En el siguiente poste...Dos águilas más! Y al siguiente, otra! Más allá un enorme ciervo indiferente a mi presencia, a unos kilómetros otro zorro que me observaba con idéntica mirada al de la madrugada. Sería el mismo? Imposible.



El paisaje es duro, pero sereno. Es quizás la mezcla del Japón más puro y la nieve que convierte cualquier paisaje en una postal de acuarela, pero uno se siente allí, rodeado de silencio y naturaleza, como en un sueño a cámara lenta.
Es dificil expresar cómo el frío y la serenidad te envuelven y cómo te vas sintiendo parte de esa paz.



No recuerdo cuánto duró el trayecto, pero sí agradezco haber sido casi el único usuario de la carretera. No sé cuántos accidentes habría provocado mi conducción irregular, con paradas casi constantes! 


Al final del camino uno se encuentra con Bahía de Notsuke. La pequeña península por la que transito se encuentra congelada por un lado y rodeada de agua por otro. Belleza pura, sin más. Allí es donde los pigargos gigantes o pigargos de stellar descansan y pasan sus heladas jornadas, cazando y dominando las alturas cuando no se encuentran en mar abierto o cuando no hay hielo para ellos poder posarse.
Este año no fuí el único en no poder hacer la escapada por mar. Debido al cambio climático incluso en febrero que es el periodo álgido para esto, varios compañeros no pudieron embarcar por falta de hielo en el mar.

El pigargo de stellar es aquí el dueño y señor de toda la planicie que uno alcanza a ver, y es una de las mayores rapaces del mundo por su tamaño y peso. Aquí convive con los pigargos europeos, ave de mayor envergadura pero menor tamaño en conjunto.Todo en aparente armonía, o eso pensaba yo..




Me crucé con algun que otro fotógrafo profesional. Cargados con el pesado equipo y vestidos como ninjas para protegernos del frío, sólo nos saludamos con una inclinación de cabeza. La ocasión no daba para más.

Me aposté en un buen rincón desde donde fotografiar a estos gigantes del aire y en eso andaba, cuando vi un pigargo de stellar que avanzaba batiendo alas directo hacia mí. Enfoqué y me dediqué a dispararle hasta que, una vez rebasada mi posición, algo se le acercó por detrás, no supe qué era, pero seguí disparando esperando acontecimientos, y de repente, ese "algo" que resultó ser un pigargo europeo, se avalanzó contra el primero y comenzaron a pelear en pleno vuelo, dando giros imposibles, adelantando las garras y manteniendo el vuelo más accidentado que haya visto hasta hoy. Yo sólo seguí disparando y tratando de mantenerlos a foco y en encuadre.

No fue hasta que terminó la batalla y mis ráfagas, que pude ver lo que realmente había sucedido.

Creo que es mejor que directamente lo veáis.





























Sólo añadiré que quien se llevó la presa fue el ladrón...la vida salvaje no siempre es justa  :\
Esta es mi primera entrada sobre la escapada a Japón de Enero, y comienza precisamente donde termina el viaje. ;)




2 comentarios:

  1. ¡¡¡ Guaaaau!!! Eso es un buen espectáculo. Muy bueno. Saludos.

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  2. Cuál es el nombre de las musicas q aparece en el documental. Por favor.

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