lunes, 24 de noviembre de 2014

De compras por Nueva York!

Salí de casa con dos maletas con ropa de abrigo suficiente para pasar día y medio en las frías calles de ny, justo cuando comenzaba la ola de frío polar y nieve... sobreviví a la prueba y regresé con dos maletas llenas de juguetes nuevos, bien acolchados entre ropa sucia.



Lo primero que acostumbro a hacer segun me instalo en la ciudad, es pasarme por el ineludible B&H.




No concibo pasar por NY y no visitarlos. Allí me hice con mi nueva barrera de foto trampeo Browning, un fondo plegable de dos caras, pinzas para sujetar flashes, gel de colores para flash, hélices nuevas, protector de las mismas y batería de repuesto para mi Phantom II, otro trípode para flash, una memoria de 64gbs y 90mb/seg...






Para bajar el nivel de emoción que me produce esa tienda alucinante, me pasé el resto del día rastreando para encontrar encargos y algun regalo de navidad.
Para entrar en calor y reponer fuerzas, fui a Chinatown, al restaurante Ping, en la calle Mott, donde sirven los mejores Dim Sum caseros, al estilo tradicional: paseando carros de acero llenos a rebosar de cajas de bambú donde se cuecen al vapor estas delicias. Lo acompañé con té Pu Erh y cerveza Tsing Tao, por aquello de contrastar.







Una vez repuestas las energías y recuperada la temperatura corporal, seguí mi periplo por el Soho y rematé la tarde con una visita a Barnes&Nobles. Ese fue mi rato de satisfacción personal, lo confieso. Por fin pude ver publicado el libro de National Geographic "Friends forever", donde aparece a doble página una de mis fotos, la finalista de este año en el concurso Sony World Photo.



No os hacéis una idea de lo que es patear por Manhattan a -4 grados centígrados y viento polar de 130km/h cargando un fondo (plegable, sí, pero) de metro y medio por un metro, que actuaba como una cometa y parecía que en cualquier momento iba a salir volando y yo detrás.

Pero llegué sin grandes novedades y ya relamiéndome al pensar en las nuevas oportunidades que me va a brindar la nueva barrera para localizar especies y controlar su paso. Una Sam Addams fresquita y a seguir soñando fotos...



martes, 4 de noviembre de 2014

Madagascar, la isla de los niños, el arroz y el fuego.

 

He necesitado unos días tras el regreso de mi viaje para ordenar las imágenes que quedaron en mis cámaras y las que permanecen en mi mente. Pero parece que ya puedo tomar distancia para hacer una valoración de los días que pasé allí.

Niños. A todas horas y por todas partes. Descalzos, bellos, sonrientes, tímidos y descarados. Casi todos trabajando o jugando a trabajar. Ayudando o jugando a ayudar. Críos que no levantaban dos palmos del suelo llevando ladrillos, vendiendo un puñado de zanahorias o cargando responsablemente a un bebé a la espalda. Delgados como la mayor parte de los habitantes de ese pais, hambrientos como cualquier cachorrro que quiere crecer, maduros a temprana edad, niñas de 15 años madres del primer hijo. La población crece exponencialmente allí y por ello cada vez necesitan más cultivos de arroz.


 









Arroz donde quiera que mires, cuadriculando el paisaje y dándole un aspecto de gran colcha de patchwork verde. Hay que alimentar a la población. Una población que vive agachada, doblando el espinazo para cultivar la base de su dieta. Allí se trabaja de sol a sol. Los afortunados disponen de un par de bueyes. Los menos agraciados echan el día en los cultivos, codo con codo, hombres mujeres y niños. No vi un solo tractor. No oí ni un motor. Allí se planta y se siega como si no hubiera pasado el tiempo.






Fuego que me ha acompañado todo el viaje, a lado y lado del camino, de la carretera. Arden las selvas y los bosques, las colinas y los llanos. A una media de 8 o quizás más incendios activos al día uno no puede evitar pasar de la rabia al miedo, del disgusto a la desesperanza. Es frustrante, es de locos observar cómo la gente se asegura unas hectáreas más de cultivo a costa de la riqueza de la isla. Sus especies endémicas, sus bosques húmedos, su clima variable, su biodiversidad tiene los días contados.



Asisto pasmado al suicidio colectivo, lento e inconsciente de un país que se va a quedar sin lo que lo hace especial y lo enriquece. Aún no saben que eso que queman podría ser su salvaguarda. Un ecoturismo responsable, una sociedad concienciada en cuidar lo que les pertenece por derecho. No parece que el gobierno esté tomando cartas en el asunto. Rezo porque algún pais o corporación extranjera se dé cuenta del potencial ecológico y turístico de esta gran isla e invierta en su protección "aunque sea por interés".



Por lo pronto yo, viajero ávido de fauna, pude jugar al escondite con especies que sólo se encuentran allí si uno tiene la vista muy entrenada. Allí he visto animales que han hecho de la adaptación al medio y del camuflaje un arte refinadísimo. Me faltaban medios para llevarme un pedazo de esa riqueza mientras aun estuviera ahí.



Durante este viaje me he convertido en algo parecido a un hombre orquesta o a un extraño humanoide que atraía la atención de poblados enteros al verme aparecer con una gopro en la frente, dos cámaras en ristre o pilotando mi dron, el Phantom. Ha sido un viaje casi en 3D. Creo que llevo Madagascar en diversos formatos.






Marché con cierta angustia, porque si ya de por sí siempre le quedan a uno cosas que ver y lugares que visitar en el tintero, en el caso de Madagascar la sensación de urgencia es apremiante. Si tenéis ocasión, id YA, no lo dudéis.



 Hay que verlo y contarlo y hay que darles una razón de peso para cuidar a sus lemures, sus camaleones, sus árboles y en definitiva, su FUTURO. Hay que ir a sacar fotos, a admirar ese espectáculo, mientras aún estemos a tiempo.

Podeis disfrutar de un pequeño resumen en vídeo del viaje fotográfico siguiendo el LINK:
http://youtu.be/C_N51UCCbu4